viernes, 12 de septiembre de 2008

La argentina crónica

Operación jaja

En esta crónica la periodista se dirige al estudio de televisión de canal 9 y entrevista a los miembros de la “clac” que son los reidores que utilizan en ciertos programas televisivos.
Los reidores son el pilar fundamental de la crónica, el eje de la historia. En cada uno de ellos se muestra una historia de pocas risas- como la de esperar eternamente un puesto en la tele- pero de mucha esperanza.
El espacio es el estudio de televisión y el tiempo se muestra cronologicamente, desde que entra al estudio y saluda a los guardias hasta que se despide.
Por lo general la autora describe a los personajes a través de comparaciones cómo por ejemplo: “Susana pazos es una rubia de salón de belleza, con piernas de jirafa y nariz finita como la punta de un lápiz recién afilado”.

“Nos reímos para ridiculizar a la vida. Para que la tragedia sea comedia” esto es lo que dice un reidor y eso deja en quienes leen la crónica. Ellos ríen, a veces no es chistoso, a veces ni lo escuchan, pero ellos ríen. Tal vez así deba ser la vida, un chiste y no un velorio.
No obstante, existe un momento interesante en la crónica cuando se comenta que quisieron poner risas grabadas en vez de hacerlas en vivo. Esto muestra como hasta la risa- algo que debería surgir de la espontaneidad del momento- es utilizada como fuente de trabajo y explotación de su reproducción misma.
Por eso la crónica ronda en una paradoja constante: la de saber que reír hace bien y la de explotar ese recurso como fuente de trabajo para que termine cansando y termine haciendo mal.

Un día en la vida de pepita la pistolera

La forma de escribir del cronista parece no dar pausa. A la hora de contar, una historia atrás de la otra va dando forma al entrevistado, explicando a la vez, cómo consiguió Pepita ser quien es.
Pepita fue acusada de asesinar a José Luis Cabezas, sin embargo, por falta de pruebas fue liberada.
Ella tuvo una infancia de peleas callejeras y robos, los cuales forjaron su personalidad. Dicha personalidad se muestra constantemente en la crónica. Todos sus amoríos denotan a una persona falta de cariño y el hombre que visita a la cárcel demuestra que ella prefiere no ser elogiada todo el tiempo, porque ella misma sabe su valor y hasta donde llega su dignidad.
La crónica se basa en lo que dice la protagonista, el relato va y viene según lo que ella quiera contar y la imagen del cronista siempre está muy presente.


El caso Poblete. La fuerza del cariño


En esta crónica el relato es unilineal y cronológico. Los sucesos se explican paso a paso hasta llegar a la reaparición de una nieta que no puede dejar de querer al padre militar que la secuestró de su madre biológica mientras que trata de querer a sus familiares de sangre.
En esta crónica se ve la lucha constante de un militante chileno que hace hasta lo imposible por la igualdad, debiendo inmigrar a la argentina y conociendo así a la mujer que le daría la alegría de tener una hija.
Sin embargo la alegría dura poco porque en esa época las calles estaban atestadas de militares y policías corruptos que se llevaban a todos los insurrectos y sobre todo a las embarazadas para torturarlas y sacarles a sus hijos. En ese contexto nace la pequeña y la verdad y la justicia llegan tarde y con ellas la posibilidad de crecer junto a su verdadera familia.
Esta historia se enriquece mucho con el contexto, se podría decir que acompaña al pilar fundamental que es la inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida ya que constantemente los aspectos políticos de argentina sirven para justificar las acciones de los personajes y para entender un poco más la necesidad de cambiar esa realidad.

lunes, 8 de septiembre de 2008

70 años de historia

A sus 70 años promete ayudarme a desentrañar la compleja historia de su vida, ella siempre me pidió como favor que algún día la escribiera y que repartiéramos las ganancias, porque mi abuela hasta el día de hoy cree que la vida es un negocio en donde se hacen contratos buenos y contratos malos. Su vida, la que no siempre fue color de rosa por no decir que el negro predominó constantemente, tiene un poco de eso.

En el año 1949 Teresa Jesús Rojas estaba en cuarto grado y tenía sueños de convertirse en superstar. Bueno en realidad no, se conformaba con ser modelista. Algunas personas sueñan con comprarse una estrella o ganar la lotería, mientras que ella sólo quería ser como María, la de la novela. Unos pocos dicen que fue sólo una historia inventada y otros se atreven a decir que fue un hecho verídico. Simplemente María cuenta la historia de una mujer muy pobre que mediante el esfuerzo logró ser costurera y debido a su talento fue reconocida como una gran modelista, lo que con el tiempo y el prestigio la consagró como diseñadora reconocida a nivel internacional dueña de una casa de moda a la cual tituló, Simplemente María.

-Al pasar los años estos deseos por mejorar tomaban forma e incluso a mis treinta y algo con mi hermana María Antonia pasábamos noches en vela arreglando vestidos y pensando en un nombre para nuestra posible casa de moda. En ese momento se nos había ocurrido “Maite” por María y Teresa. Recuerdo que cuando estábamos en Chile pensábamos en eso. Hoy me pregunto cómo soñé algo que no pude cumplir, cómo no luché para lograrlo. Se me acabó el tiempo para decir puedo hacerlo. Antes Soñaba con viajar a Estados unidos y conocer Florida o los Ángeles y hoy ya no lo sueño tanto porque le tengo miedo a los aviones. A veces pienso que me faltó escuela, que me faltaron años, la vida es una maratonista profesional y yo a mis 70 tengo una rodilla jodida y si no hay humedad camino bien, pero no puedo pedir más… no entiendo en que fallé.
Sé que otro sueño me desvió de ese camino, lamentablemente las mujeres también somos de carne y hueso y yo añoraba a mi llanero solitario. Esos hombres que aparecían con sus vaqueros gastados, campera de jeans y un sombrero marrón. Ahora que lo pienso, si bien lo conseguí, a mi llanero le faltaba el sombrero y de solitario poco tenía, porque vivía rodeado de mujeres pulposas dueñas del son, que lo invitaban a bambolearse entre las pistas de algún “boliche” como le dicen ahora, pero eso te lo cuento después, mejor vayamos a comer ¿querés un caldo?

-Y si no hay otra cosa. Le contesto mirándola reír, como si estuviese recordando algo más.

Yendo un poco a su infancia, cuando tenía sólo un par de añitos, vivía en el campo. Podría decir que era una hermosa pradera, pero la realidad era que vivía humildemente y la humildad no proviene del que todo lo tiene.

- Mi casa, con 7 hermanos, no podía parecerse más a un chiquero. Claro que también tuve momentos de felicidad en ese campo ubicado en Combarbalá. Al costado de un canal, donde la tierra se parece a la greda, jugaba a fabricarme unos zapatos de barro, daba un paso, daba dos... y el molde se rompía entre mis pies. Además, cuando llovía nos apretábamos todos en la casa cantando canciones como “arroz con leche”. De esa forma pasaba gran parte de mis tardes, aunque no era lo único que hacía.

-Lo recuerdo y me da entre nostalgia y vergüenza, ¡Dios mío! Perdía mi tiempo armando casitas de piedra con un piso de greda al cual mojaba constantemente para que no perdiera su brillo, como los pisos que mi mamá lustraba en la casa de su patrona, los que no teníamos en la nuestra.

La vida en el campo era difícil, Teresa tenía 7 hermanos y Manuela rojas, su madre que en paz descanse, no tenía marido. Por eso los dejaba al cuidado de las hijas mayores, Ana y Rosa, mientras Manuela caminaba cuatro kilómetros para llegar a su trabajo, ganando un salario insuficiente para todas las bocas que debía alimentar.

-Yo siempre supe que crecería rápido, que los juegos no podían durar por mucho tiempo. por eso trabajé desde muy pequeña, si mal no recuerdo tenía 14 años recién cumplidos cuando comencé a trabajar en una casa como cocinera, pero lo que más me molestaba era ver el esfuerzo que hacíamos mi mamá, mi hermano Juan y yo para después encontrarnos con la sorpresita de que Ana y Rosa estaban embarazadas. Me moría de rabia de sólo pensar que andaban pariendo sin casarse, dando a luz a nuevos niños pobres, sin proyectos a futuro, perjudicando nuestra economía que bastante maltrecha estaba en ese momento y como nunca fui de quedarme callada, discutí con mi mamá más de una vez por esa causa. No hacía más que recordarle que con mi trabajo se mantenían niños que yo no había parido y que por culpa de ellas no progresábamos. La pobre vieja no toleraba escucharme todos los días con la misma cancioneta una y otra vez hasta el punto de revolearme una cuchara que todavía puedo ver a través de la cicatriz que dejó en mi rodilla.


* * *

Cuando Teresa estaba a meses de cumplir 15 años, o más precisamente el 24 de septiembre de 1954, su madre decidió que lo mejor era mudarse a Santiago. Juan, su hermano mayor de 24 años, se había ido dos años antes y había conseguido trabajo en los minerales “El teniente”. Su hermano les ofrecía la posibilidad de dirigirse a Santiago, donde prometía darles un futuro mejor.

Para la familia Rojas, irse del campo fue un dolor muy grande, en el campo de todo se hace un juguete: las piedras para hacer corralitos o casitas -que luego derrumbaban simulando una tragedia- los zapatos, las ollas y los platos de barro, todo simple, todo gratis. La libertad les emanaba y vivían en “la tierra sin reloj”. La ciudad no les prometía nada parecido, más esperanzas sí y menos juegos también. Será por eso que Teresa reflexiona en voz alta y dice: "En una ciudad uno no es libre, tiene que estar pendiente de las inseguridades que hay en la calle".

Sin embargo, supo salir airosa de semejante cambio, de hecho de algún modo ese cambio iba más acorde con sus planes a futuro, porque lo cierto es que de joven nunca quiso ser una simple ama de casa -lo que vendría a hacer la máxima aspiración de una mujer del campo- con lo cual la ciudad -aún con el machismo de ese tiempo- le permitía forjar un camino distinto.

-A los 15 años, después de trabajar en una casa, llegaba a la mía y me ponía a hacer unos moldes, sentándome en el suelo y apoyando cartones en una silla comenzaba mis tareas del curso vocacional al cual me había anotado. De a poquito fui aprendiendo ya que me enseñaban muchas cosas, entre ellas economía y confección, y gracias a este curso emprendí mi oficio de modelista logrando trabajar en un taller de alta costura llamado Olga de la barra. Ahí aprendí a trabajar la prenda fina, por eso pude ser una buena modelista y tener a cargo todo un taller, porque aprendí a hacer las terminaciones de una prenda, Ya que por lo general una aprende moldería pero no costura y por eso cuesta encontrar a buenos jefes de taller.

Ella reconoce que sus deseos por estudiar confección fueron alentados por ciertos sucesos que ocurrieron en su vida. Por ejemplo, el más significativo de todos fue cuando su padre -al que veía sólo de vez en cuando- se enfermó y por sus ganas de ir a visitarlo “bien vestida” le pidió a una modista un “vestido de plato”, como los que usaban las mujeres ricachonas de la época. No obstante, la modista confeccionó una pollera compuesta de retazos de una tela turquesa, es decir, le hizo cualquier cosa menos el bendito vestido que le pidió y al ver esa pollera entendió que tenía que aprender a coser para hacer sus propios vestidos.
* * *

Hasta ese momento todo parecía ir viento en popa, todo excepto el amor. Teresa tenía un enamorado a sus espaldas, se llamaba Guillermo y compartían el lugar de origen ya que él también había nacido en Combarbalá. Sin embargo, eso no era amor, él se fue a vivir al norte porque trabajaba de técnico de rayos x para las radiografías de los médicos, lo que vendría a ser un técnico en radiología, la cuestión es que lo derivaron al norte, pero antes de irse, Guillermo fue a la casa de Teresa y habló con el hermano mayor Juan para pedir la mano de ella y aunque se fue lejos seguía asegurándole amor eterno y a la distancia.

- o sea, ¿un amor horriblemente aburrido? Le digo orientando la respuesta al mirar su desgano al contarme.
-exacto, pero entre nosotras igual le acepté la propuesta (me lo dice esbozando una sonrisa picara mientras enciende la hornalla de la cocina) y aunque me mandaba encomiendas con chicles y demás cosas importadas de Estados unidos, yo no lo quería demasiado pero en mi casa lo adoraban, porque era un buen hombre.

Y acá es donde les cuenta de Samuel, su llanero solitario. Mi abuelo fue un amor fulminante para ella, para él, según ella, quizá no.

-yo siempre fui media feíta, prácticamente tenía una sola ceja y para colmo ancha, además, era pobre, parecía una india, así me decía Ema, la loca de mi suegra, aunque mi suegro decía que era una morocha inteligente y de buenas piernas… ahora le diría no tan buenas, porque la rodilla la tengo media mala… el tema es que cuando lo conocí a Samuel, fue amor a primera vista, me gustaron sus ojos verde azulados, el pelo castaño claro, la altura, como hablaba y en ese tiempo además recitaba poesías, se parecía al llanero solitario, con sus botas, vaquero gastado y campera de jeans . En ese tiempo así se vestían los jóvenes.

Lo conoció en la parada del colectivo, un día de lluvia en el que no llevaba paraguas, entonces Samuel como todo gentleman le ofreció el suyo y la acompañó hasta su casa. Tuvieron una interesante charla de una hora, donde el llanero la hizo olvidar de su destino y la llevó a caminar por el barrio contándole su vida y escuchando la de ella. En ese tiempo la abuela estaba de novia a la distancia, pero poco se acordó de su coterráneo, sobre todo cuando el abuelo le estampó un beso apasionado bajo la lluvia, transformando un día de invierno en pura primavera.
El tiempo pasó y en nueve meses el compromiso llegó. Se casaron en 1962 de forma modesta, tan modesta que en secreto Samuel me cuenta que las gallinas se subían a los centros de mesa y de ratos las sacaban para comer en paz. Hay un detalle más importante y anterior, en el civil la abuela advirtió la primera mentirita blanca del llanero: tenía 19 años recién cumplidos, no 22, y necesitaba permiso de los padres para casarse. Teresa -que ya tenía 22- lo miró desorbitada, enojada y llena de rabia, pero no lo suficiente para desistir del matrimonio.

-Cómo podía creer que tenía menos edad que yo si el viejo se las sabía todas y yo no.

Me lo dice por las fiestas a las que “el viejo” asistía constantemente y por su verborragia infinita, casi agotadora.

A los meses se embarazó de Oscar y comenzó con las primeras, de las interminables, crisis matrimoniales, el llanero no toleraba el encierro y durante el embarazo salía con mayor frecuencia por las noches, "porque a las mujeres embarazadas no se las puede tocar" me dice ella, como justificando una conducta que no menciona, pero que da a entender a la perfección.

-más de una vez lo seguí para ver si acaso no me estaba engañando pero nunca lo pude agarrar con las manos en la masa, igualmente algo hacía, porque por algo me pedía que lo perdonara cuando yo le tiraba su valijita a la calle.

Con los años se embarazó de Marlene y fue la misma historia.

-yo estaba tan enamorada del viejo que no me lo podía sacar de encima, incluso cuando estábamos mal y me lo cruce a Guillermo de casualidad, jamás pude pensar en otro hombre que no fuera tu abuelo porque siempre volvía prometiéndome el “nunca más lo voy hacer” y yo como una sonsa lo perdonaba.

* * *

1964 Se empezaba a visualizar un futuro diferente porque se acercaban las elecciones y el crecimiento del candidato socialista Salvador Allende, pero gracias a las iniciativas de Estados unidos con la alianza para el progreso, las ideas socialistas se apaciguaron por un tiempo, dando lugar a la presidencia de Eduardo Frei Montalva adherido al partido en auge del momento, el demócrata cristiano, con el que Samuel estaba de acuerdo, porque según él era un partido neutro, que no estaba ni a favor del comunismo -por sus malas políticas agropecuarias, como tomar los terrenos de los latifundistas sin trabajarlos- ni a favor de la derecha, "porque no podía ser de derecha si era hijo de una empleada domestica" .

Sin embargo, la presidencia de Frei no fue la más prospera, dando lugar y fuerza en 1970 al primer presidente socialista en Chile, Salvador Allende. Este presidente, al implementar mayor distribución del ingreso lograba que Teresa y su hermana más apegada, María Antonia, estuvieran felices de volver al hogar con más alimentos. Sin embargo, esta situación sólo se sostuvo los primeros 2 años de gobierno, porque la clase alta y algunos sectores anticomunistas no estaban de acuerdo con las políticas implementadas y la oposición fue tal que cuando la situación económica empeoró aún más en 1973, las huelgas y la violencia llevaron al país a una gran inestabilidad política. Esta crisis se agravó por la participación de Estados Unidos, que colaboró activamente con la intención de desgastar al régimen de Allende. El 11 de septiembre de 1973 los militares tomaron el poder mediante un golpe de Estado, lo que hizo de Chile un lugar muy inseguro.

Samuel, el llanero solitario de mi abuela, actual hombre de 67 años, de voz gruesa e imponente, me asegura que los militares se equivocaron en hacer caer a inocentes y culpables.

-¿y quiénes eran los culpables? le pregunto sin poder entender si la distinción la hace acaso para indicar que algunos merecían morir mientras que otros no, o si es para adjudicar culpas y ya.

-los que no se quedaron en el molde, sino que salían a atacar en grupos a cuarteles de carabineros, a atacar puestos de los militares, a atacarlos en las noches… ¿cuando iban a poder ellos acabar contra las armas de los militares? imagínate vos. Porque si eso se hubiera terminado hubiesen terminado las muertes, no hubiese muerto tanto inocente.

-Entonces ¿cuál era el culpable? ¿El que se quejaba de la represión?
Elevando el tono de voz me dice "Es que no había represión mi amor, si vos estabas en tu casa, si no andabas tarde en la calle para qué, si ya te habían dicho que mientras no se limpiase el país- de comunistas- mientras no se blanquearan todas las instituciones, mientras no estuviese el país en orden, iba a haber una restricción de horario- en su momento crítico a las 3 de la tarde- y nada te iba pasar si estabas donde los militares te decían".

Lo escucho y no lo creo, Samuel es el claro ejemplo de gran parte de la sociedad burguesa chilena, muchos en la actualidad, y lo más impresionante es que son de clase media-baja, aseguran que los militares pusieron orden a la ola de comunismo que vivía Chile, que sólo pagaban los “revoltosos” -cuando en realidad bastaba acusar al vecino de subversivo, sin ningún fundamento, para mandarlo a matar- que Pinochet pese a ser un “guaso que no sabía hablar” dio a conocer el país, sin mencionar a qué precio, que mediante la construcción dio trabajo a mucha gente y casa también –lo cual es cierto- acabando con la toma de casas. Pero el cuento viene a ser el mismo, todo eso si no eras comunista, porque si no, acá tenemos un revolver, listo para vos y de libertad de expresión ni hablar, las mujeres con pollera y los hombres rapados, esa era la ley que imponía todo soldado raso que se paseaban con la TIFA –identificación de Defensa Nacional- para imponer su voluntad “por la razón o la fuerza”, actual lema nacional adherido en cada moneda chilena.

Samuel sostiene una teoría firmemente, los militares se vengaron del maltrato de la sociedad, antes ellos eran considerados “seres de tercera clase” algo peor que el riachuelo la matanza. Los hijos de militares sufrían constantes agresiones, verbales y físicas.

-El milico -me lo dice casi susurrando- era como el policía de la provincia de Buenos Aires, que anda así con unos bototos ¿me entendes?, con unos pantalones llenos de cebo, ¿me entendes?, entonces era así… como ver un policía de la provincia de Buenos Aires: mal armado, mal vestido, ¿entendes? ¡Era todo un desastre, nadie los quería! Después del 73`, cuando llegan al poder, pasaron a ser los grandes señores y de ahí se vengaron de todo el mundo que los había maltratado, que los habían tratado como seres de tercera clase. A cuantos hijos de militares les decían “sal de aquí si tú eres hijo de un milico pata hedionda” o en su defecto le pegaban.

Teresa me lo cuenta de otro modo: "Después de la caída de Allende se vivía una situación muy difícil, de mucha presión y mucho miedo, había mucha inseguridad por lo político y teníamos la sensación de estar prisioneros porque andaban soldados con tanques de guerra por las calles. Estuvieron más de un año todos los militares armados en cada esquina. Uno a las 3 de la tarde tenía que estar en su casa porque empezaba el toque de queda y si estabas afuera eras presa fácil de cualquier militar. Por ese motivo pasando por dos años de difícil situación de guerrillas, inmigré yo primero a Buenos Aires por medio de una amiga con dinero que había aquí en Argentina que se llamaba Nelly Shuartz y me dijo: puedes venir, tú tienes un oficio, puedes hacer algo. Ella me presentó gente para que empezara a coser y después me presentó a una empresa para que yo entrara como modelista".

Nelly Shuartz le dio la oportunidad, pero la salud de Teresa se la privó. Ella tenía cerca de 37 años cuando inmigraba y sin saberlo se encontraba anémica. La realidad en el mundo de trabajo es conocida: nada de enfermos, ni embarazadas. Pero el jefe no lo supo de inmediato, primero la hizo trabajar en el encimado, es decir, tenía la función de acarrear telas de un lado a otro. A las dos semanas la puso a prueba en una maquina y debido a su rapidez en tres semanas le ofrecieron el puesto de ayudante con pago en blanco. Llevaron los análisis y al otro día Teresa llegó al trabajo y se encontró con el jefe en la puerta: “vos no pasas, estás despedida”. Llorando le preguntó por qué, él no le contestó y el mundo de Teresa comenzaba a derrumbarse. No le pagaban mucho, pero el llanero no siempre vendía y cuando lo hacía eso se perdía en fiestas y vinos. Teresa era el sustento del hogar y los chicos habían llegado hace poco.

Como Teresa había sido recomendada, pidió explicaciones a su amiga, la misma le explicó que estaba enferma y la acompañó al médico, aplicó el tratamiento indicado y mientras se curaba consiguió trabajo con el italiano Sarago, al que poco le importaba su estado de salud, siempre y cuando cumpliese con su trabajo.

Esta inmigración implicó un cambio de cultura y un esfuerzo sin precedentes en la vida de esta familia. A simple vista, atravesar los Andes en bus implica sólo 16 horas de viaje, en donde el camino no da más sustos después de pasar “el caracol”, una ruta empinada y en constante curva, lo que hace de los vómitos y la otitis síntomas comunes para cualquier principiante en tema de viajes.
La realidad para mi abuela se mostraba menos reduccionista. Un cambio de país no es sólo un cambio de territorio, es un cambio de cultura, de forma de vida. Al principio sentía mucho miedo de conocer otro país, otra gente, pero poco a poco se fue acostumbrando, entonces tomó la decisión de traer a sus hijos a la Argentina alojándose en un hotel de familia por dos años y luego de ello logrando instalarse en una casa.

El arraigo que tenía con el campo era mucho mayor que el arraigo que tenía con su país en sí, porque con el tiempo llego a adoptar a la Argentina como su país, pese a las discriminaciones que padeció, ya que en ese tiempo Pinochet y Videla, dos dictadores poco conciliadores como ya se vio, continuaban con el conflicto que data de la interpretación del Tratado de 1881 respecto de las islas Picton, Nueva y Lennox, más conocido como el conflicto por el Canal de Beagle. Durante la dictadura de Videla los militares no sólo creaban desaparecidos nacionales sino también “indocumentados” chilenos que alojaban en hoteles. Por suerte, Teresa ya había logrado instalarse en una casa gracias a que el jefe que tenía en ese momento le sirvió de garante, sin embargo, no pudo eludir la discriminación en el trabajo.

-En el trabajo también hubo discriminación, bueno yo tenía un puesto de modelista y tenía a cargo muchas costureras que estaban todo el día hablando: “chilenos muertos de hambre” “a estos chilenos hay que echarlos” “no tienen por qué venir a nuestro país”… eso era de todos los días y bueno yo me sentía muy mal, me sentía como acorralada y nunca le contesté a nadie… Pero se enteró el jefe máximo de la empresa, el cual despidió a dos personas que me habían prácticamente agredido verbalmente. Una me había dicho: “vos no tenes por qué estar acá porque sos chilena, nosotros somos los argentinos y merecemos estar en el puesto tuyo”… Yo le dije bueno, sentate en mi silla y yo me siento en tu maquina, a ver quién produce más. Yo no estoy porque soy chilena, yo estoy porque produzco, produzco para que ustedes trabajen. Entonces nos fuimos de boca las dos y se metió otra y vino el jefe y dijo no… la señora se queda y ustedes se van. Yo como argentino no puedo permitir que se discrimine a una persona porque ella no tiene culpa de los conflictos que atraviesa nuestro país con Chile, ella no es culpable y a ella la necesitamos mucho. Y me quedé yo y se fueron ellas, pero yo todos los días tenía miedo de salir del trabajo, porque podían estar esperándome. Siempre salía con unas compañeras que me querían, una se llamaba Elvira que era de Jujuy y me acompañaba siempre a la parada junto con otra chica que la verdad ni me acuerdo del nombre.

Marlene nos cuenta una infidencia: "Mi mamá podía elegir entre inmigrar a Italia o inmigrar a Estados Unidos, su país favorito por excelencia. Ella podía viajar primero de la mano de Sarago, un jefe que la apreciaba muchísimo y después llevarnos a nosotros, pero mi viejo se opuso, él no quería que ella se fuera tan lejos, porque él trabajaba como vendedor de publicidad y no le convenía tratar de vender algo en Italia y con la posibilidad de ir a Estados unidos fue lo mismo, además de que tenía que volver a separarse de nosotros y no tenía con quién dejarnos. Por eso mi mamá terminó quedándose, para llevarle el amén al viejo".

Por otro lado Teresa adoptaba a la Argentina como su país.
-Entre todos los viajes que hice de Santiago a Buenos Aires y viceversa yo sentía que era de Buenos Aires porque cuando iba a Chile yo me sentía extraña y presionada y llegaba a este país y me sentía libre, contenta, era como que siempre hubiese vivido acá o sea yo lo adopté como mi país. Por eso nunca extrañé Chile, siempre lo defendí a este país porque para mí es mi país, -enfatiza la palabra mi como si realmente le perteneciera- es mi tierra porque este país me dio la felicidad, el trabajo, respeto, poder criar a mis hijos, tener nietos, y por eso estoy muy agradecida y en realidad nunca he sentido pena de estar aquí y no estar en Chile, siempre he sentido pena de estar en Chile y no en Argentina.

-O sea, ¿podrías decir que como viajera encontraste tu lugar?

-si… antes no sabía, aunque a veces siento que no tengo un país fijo porque cuando voy a Chile me dicen: “uste´ es Argentina” y cuando estoy en Argentina me dicen: “¿usted es chilena?”... por mi tono de voz y el acento, pero yo creo que soy un 49% de Chile y un 51% de Argentina, porque en Chile tengo a todos mis hermanos y en Argentina a mis hijos y mis nietos. La vida en Chile no me atrae.

En resumen: A ella no le faltó escuela, no le faltaron años y tampoco falló, sólo se enamoró y según muchos del incorrecto, pero ella lo ama, se queja todo el día pero lo ama. Pudo salir de la pobreza, pudo ejercer un oficio, pudo criar a sus hijos y toleró momentos de tristeza y cambio, pero como ella dice: "yo estaba tan enamorada del viejo que no me lo podía sacar de encima". y Marlene asegura "la única forma de soportarlo a él, es amándolo".